sábado, 17 de abril de 2010

Pirucha zanahoria panfletera XI

Ocurre cuando me estoy por dormir, ya cuando los pensamientos se deshilachan y comienzan a hilvanarse con los delirios. Es entonces que siento una mano, suave, amorosa, en la nuca. Pero aclaro: no es algo que dé miedo ni que asuste. Incluso creo que la primera vez que me pasó ya era algo común, como esperable, sabía que iba a pasar. La mano se posa sobre mi pelo enrulado, liviana, tranquila. Es una mano femenina: lo sé por el grosor delicado de esos dedos y la forma en que se desplaza. Como lo haría una novia que no encuentra el sueño o una madre que calma al niño con fiebre, me acaricia. Siempre la cabeza, el pelo, con calma, el cuello, sin cansarse. Más de una vez me despabilé y quise atraparla, pero ahí donde pasa mi mano la otra desaparece. Y así es que me duermo, arrullado en silencio por una mano desconocida que me tiene tanto amor como yo a ella.

1 comentario:

  1. Es como aquella historia en que el padre nunca veía a su hijo por que se levantaba antes de que su hijo se levantara y llegaba de trabajar después que su hijo se durmiera, lo besaba y le dejaba un nudo en la sábana, el hijo sabia que su papá estando él dormido lo habiá besado y eso los unía en una amor infinito, como los colores del cielo en un atardecer de nubes rosadas

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