lunes, 5 de abril de 2010

Lo clásico

Despaché mis últimos 10 pesos en un café para mí y uno para mi amigo vagabundo. La ocasión era doble para este festejo: el inicio del invierno y el recital de música clásica en Vélez. Nosotros estábamos con nuestros camastros frente al estadio.
-¿Usted escucha música clásica? -me preguntó mi compañero.
-De chiquito estaba más habituado a ella porque mi papá escuchaba. Después ya no.
-Una lástima. Yo, hasta antes de perder las cosas, me regalaba grandes óperas y orquestas todos los días. ¿Y le cuento algo curioso?
-Adelante -asentí yo, dándole sorbitos al telgopor.
-En aquellas épocas yo tenía un gran oído, un gran conocimiento y una gran imaginación. Era de esos hombres que pueden interpretar con el oído perfectamente las intenciones del compositor y diferenciarlas de las del director. Yo era de esos a los que les es imposible imaginar la marcha de los elefantes por el desierto, con sus cinco paradas cómicas, cuando escuchan Parsifal de Wagner; o que se sumergen en el bosque donde se da la persecución del novio a la novia embrujada, y se pone a bailar con ellos en los cohorros de hadas, con La bella galatea de Franz Von Suppé. Soy de esos que con La primavera de Vivaldi se sienten llenos de deseos de sujetar esa lanza de Carlo Magno y atravesar de lleno el pecho del Sultán. ¡Enloquecía con las noches de volcanes ardiendo con Alahor en Granada de Gaetano Donizetti! ¡Volaba junto a los dragones de cristal de Ariana y Barbazul, de Gaetano Donizetti! ¡Aluciné días enteros con la ciudad sumergida de los pulpos de Los Viajes del Señor Broucek de Leos Janacek...!
De pronto la excitación se esfumó y bajó los brazos al suelo, descubriendo que había volcado la mitad de su café por la vereda. Con aflicción oyó los aplausos en el estadio.
-Ahora, amigo, cuando tengo oportunidad de oír algo de buena música, mi imaginación todo lo que elabora es un escenario con telas rojas, un coro con una orquesta en esmóquin, un director y su batuta, y yo, con mi viejo traje de rayas, en medio del público...
Termino lo poco de su café y cerró los ojos, satisfecho.

Salú por 600 entradas de'el bló.

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