viernes, 16 de abril de 2010

Cómo llegan historias al blog

Bancos enfrentados en el tren: yo, al lado un asiento vacío, y enfrente un chico con un cello en su estuche y una amiga. Al asiento vacío llega un abrigado bigotudo que empieza a hablar sobre los perjuicios que la grabación musical atrajo a la ejecución de instrumentos. Con dicha cháchara me entero que el cellista toca en la orquesta de Morón, que la chica hace danzas y que el señor trabaja en el IUNA (y que toca el piano a pesar de ser un administrativo cualquiera). Luego la cosa sigue así:
-Mi profesor de cello es un ruso. Criaba perros aparte de ser cellista, y cuando estalló la guerra con Chechenia huyó a la Argentina intentando conseguir una visa para irse a Estados Unidos, pero cuando llegó acá lo robaron: un cello stradivari. Le hicieron la cama, lo invitaron a un hotel y se lo afanaron, por eso se quedó acá el ruso.
-Qué buena pinta que tenemos los argentinos...
-La cosa es que catorce años después (o sea hace poquito) boludeando por internet encontró que lo vendían, vendían su mismo cello. Y ahí nomás armó todo un operativo con varios amigos (entre ellos yo, que hice de falso comprador) y la Policía Federal y bueno, después de algo medio SWAT medio Los simuladores, lo recuperó sano y salvo.
-Catorce años después.
Cuando la conversación derivó a la diferencia de aprender a tocar piano y instrumentos de cuerda, me vi involucrado forzadamente:
-Es que el piano lo tocás la primera clase y ya suena. La cuerda no, y es muy frustrante. (Ahí yo asentí y me puse a hablar de mi experiencia violesca y, de alguna forma, mi escritura.)
Al bajar del tren, yo que conozco perfectamente los perversos horarios de colectivo, salgo corriendo. Atrás mío se suben el cellista y su amiga.
Él vive cerca de mi casa, se mantiene exclusivamente tocando cello (en la vía pública, en restaurantes, plazas, y actualmente en el Abasto con una bandita ecléctica o en Plaza Serrano), tiene padres artistas plásticos (él hiperrealista clásico y ella creativa espontánea), le gusta un escritor tal Castillo y me deseó mucha suerte (o éxitos para ser preciso). Antes de bajarse me dijo:
-¿Sos de andar por el barrio?
-No, no, o por Capital o estoy en casa escribiendo.
-Ah con razón, no te fichaba la cara de ningún lado. Y decime... -Aproximándose, develando su íntima confianza y algo de esperanza de esa que tiene la gente de su clase, me preguntó-, ¿vos fumás?
-No no -sonreí.
-Ah sos de los sanos, bien ahí. Bueno, acá me bajo: éxitos Rafa.
-Igualmente Nacho.


Salir 5 minutos antes de casa provoca llegar 30 minutos antes a Capital, encontrarme con una alicaída amiga y aprovechar el tiempo para ir a una exposición donde, entre cuadros interesantes, encontramos figurillas de bronce de Oriana, profesor de escultura. Y ese descubrimiento conlleva a que el profesor de dibujo nos cuente el fastuoso pasado de Oriana, quien, Dios mediante, será mi profesor de escultura el año que viene y el próximo.

1 comentario:

  1. Muy pero muy bueno Rafa! la historia del tren, y si escultura es lo tuyo! es bueno admirar a los grandes!

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