Yo me senté y disfruté, antes de ponerme a leer, de la luz acaramelada, del calorcito soleado, del susurro exterior y del traqueteo del motor, de la sonrisa del chófer y del ajedrez de los pasajeros en sus asientos. Parecía, diez años atrás, mis primeros viajes a la colonia. Abrí el libro y el viaje siguió su curso.
sábado, 24 de abril de 2010
Ramal del tiempo para atrás
Reconocí que era viejo enseguida. No sé si fue por el espacio del pasillo central, si la distribución holgada de los asientos, o por la evidencia de vieja manofactura de los mismos asientos o simplemente por el color. Lo cierto es que todas esas cosas, la antigüedad de la máquina, la opacidad de las ventanas, las manchas en el techo y los caños, la goma marrón del piso y las arrugas del canoso conductor, que parecía haberle puesto su edad al colectivo, todo indicaba a la vez que ese colectivo debía ser uno de los que ya están fuera de circulación. Y tal vez estuvo fuera de circulación hasta ese mismo momento, cuando su viejo dueño se cansó de una tarde lenta, se puso su vieja camisa celeste y salió a hacer el recorrido; llegó en un horario inusual y el sonido de las monedas fue fuerte dentro de la máquina, así que tranquilamente podía ser cierto.
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