viernes, 16 de abril de 2010

Terjio

Existió un mito griego que fue olvidado como tantos otros. Éste trataba sobre Terjio, dios de algunos minerales, y de cómo fueron creadas las montañas de granito, la constipación y los cantos rodados.
Cuenta la historia que en un principio los hombres no tenían piedras de ningún tipo, y se las arreglaban como podían con barrito, tronquitos y demás. Pero entonces Terjio sintió compasión, y viendo que sus hermanos dioses tenían enormes palacios de granito y mármol en el Olimpo, le pidió a Zeus que le regala a los hombres algunas piedras. Le costó convencerlo (sobre todo porque se rumoreaba que Terjio andaba a los fatos con Hera), pero finalmente Zeus accedió: le regaló a los humanos montones de diamantes, rubíes, zafiros y demás joyas y rocas semipreciosas que tan lindas quedaban en los adornos de los dioses. Pero Terjio se indignó: el dios de los dioses se había equivocado. Entonces fue a hacerle notar su error, pero sólo logró que el todopoderoso se enojara:
-¡Mira lo que me pedís! -exclamó escupiéndole la cara-. ¡Gasté un dineral en esas joyas y las tiré sobre la tierra para que tus humanitos las utilizaran, ¿y ahora me pedís que les dé piedras de esas grises?! ¡Estás loquito!
Terjio se fue mascullando ira contra Zeus y, en cuanto pudo, le preparó una linda broma: mientras todos andaban de parranda fuera del Olimpo, él, con la ayuda de Hefesto, le destruyó el palacio e hizo que los escombros rodaran cuesta abajo, formando así las montañas y cuantas piedras para construcción existen en la Tierra. Y a cambio, le hizo al dios un ranchito muy lindo de caca.
En cuanto Zeus volvió medio mamado de la juerga y vio lo que había pasado, se enfureció de tal forma que toda la creación se mojó las patas, y en cuanto encontró a Terjio (quien tuvo la honradez de no delatar a Hefesto) lo condenó con uno de sus castigos divinos.
-¿Tantas ganas tenías de darle piedritas a esos hombresuchos? ¡Ahí tenés, Terjio: hacelos construir casas con tu mierda también!
Desde ese día Terjio, cada vez que tiene ganas de ir al baño, caga dolorosas piedras. Es comprensible que la vergüenza y el pudor eliminaran este relato de la sabia mitología griega.

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