sábado, 12 de diciembre de 2009

Caharuh con Suhi

Suhi era la poeta maldita de la familia. Descubrió su vocación en los versos a los diecinueve años, cuando le regalaron un libro de Rubén Darío. Pero la primera poesía de Suhi quedó décadas atrás, y ahora, con cincuenta años, tenía una agudeza con las palabras, un calibre con la métrica, una soltura con la expresión y una rapidez con la muñeca verdaderamente envidiables. Dos placares en su casa estaban repletos de cuadernos y hojas sueltas, mamarrachos y libros con los márgenes garabateados. Cada año que pasaba Suhi soñaba con sumar otro volumen a su bibliografía. Pero sabía que, si alguna vez alguno de sus poemas era publicado, iba a ser de forma póstuma. Llevaba treinta años acercando sus escritos a editoriales, agentes literarios, amigos, diarios, concursos, radios, amigos con imprentas... Jamás, jamás había tenido éxito.
Sin embargo Suhi no perdía ánimos. Creía que cualquier día podía ocurrir un milagro. Y un día un niño rubio tocó el timbre de su departamento marrón. Ella abrió la puerta, extrañada, esperando que el niño le pidiera alguna monedita o le quisiera vender algo. Pero Caharuh le sonrió desde allí abajo, como si le acaban de dar las gracias por algo.
-Esto es suyo, ¿verdad? -preguntó, extendiendo un papelito amarillento cubierto con la firuleteada caligrafía de Suhi. Ella estiró una mano para recuperarlo, pero se detuvo a mitad de camino.
-Ese es mi primer poema -respondió-. ¿De dónde lo sacaste?
-Lo encontré -dijo Caharuh-. Y me gusta. ¿Acaso...? -comenzó a preguntarle, mirándola incisivamente- ¿Acaso te gustaría...? -acercándose a ella, pasando la línea que separaba el afuera del adentro del departamento, invadiéndole el aire que no alcanzaba a respirar, avasalladoramente, con el papelito en alto, mientras Suhi sentía que se desmayaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...