sábado, 26 de diciembre de 2009

Pasos no son mis pasos

Caminaba el 25 a la noche camino a casa de un amigo, bajo amenazas de lluvia. La vereda estaba bastante llena de charcos e iba muy atento para esquivarlos. Iba tan atento que no le di importancia a los pasos que empecé a escuchar, haciendo eco de los míos; de golpe, una cuadra después, fui conciente de que me estaban siguiendo.
El primer impulso fue acelerar el paso sin llegar a correr, y el segundo, ya casi en pánico porque los otros pasos habían acelerado junto a los míos, fue tirar la cabeza atrás como quien no quiere la cosa pero está cag*do de espanto. Me calmé un segundo al ver que no me seguía nadie. Creí ser juguete de una alucinación, así que me tranquilicé: estaba a cinco cuadras de mi amigo y nada me iba a pasar en el medio.
Seguí caminando con normalidad, y a los pocos metros volví a oír los pasos. Poc poc poc poc. Volví a mirar atrás y nada. Cada paso coincidía con mis pisadas: era alguien que se burlaba imitándome. Sereno, reduje el sonido de mis propios pies a ligeros roces de algodón, para estar seguro de que no era ninguna clase de eco. Y no, no era ninguna clase de eco.
Las cinco cuadras que quedaban las recorrí a asombrosa velocidad, seguido a la carrera por las otras pisadas. Estaba ya descompuesto de horror sobrenatural: era como ser protagonista de un cuento sicótico de Maupassant, como ser una personalidad del personaje de Identidad, y temía más que nada haberme vuelto loco, no dejaba de pensar un segundo.
Al llegar a la puerta de la casa de mi amigo los pasos acosadores desaparecieron. La humedad era espantosa. Me fui tranquilizando mientras esperaba que me vinieran a abrir: no había pasado nada, la ilusión atroz ya había desaparecido... Estaba completamente transpirado a causa de la corrida, así que, mientras aguardaba, abrí la mochila y saqué el desodorante. Lo apliqué sin escatimar y lo tiré adentro de la mochila casi vacía. Y al caer golpeó contra el mango del paraguas. Poc.


Tal vez no sean las mejores. Seguramente no fueron las peores. Pero la remera de Corre Johnson corre tras la felicidad y ver la última mitad de Dónde estás hermano me dieron la sonrisa navideña.

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