En la esquina de Sarmiento y Corrientes Eduardo siempre chocaba. Las primeras veces fueron con un taxista, un Volvo y un viejo en su Falcon. Y le molestó. Pero después, cuando lo chocó un colectivo, un skater se le cayó en el parabrisas y finalmente, cuando un camión blindado de Prosegur lo embistió y lo arrastró setenta metros, se hartó de esa puta esquina.
Eduardo sabía bien cuál era la causa, aparentemente fortuita, de tanta desgracia automovilística. Por eso un día cargó a la bicicleta de su hija un rodillo y un tachito de pintura negra y a las tres de la madrugada se fue a la esquina de Sarmiento y Corrientes. Pintó una raya blanca de la senda peatonal, dejando sólo doce, y volvió feliz a su casa.
Hoy van dos en una mañana tranquila. Comprobé que la humedad matinal afecta la solidez de mi estómago, y estoy perfeccionando el arte de tirarme pedos sin cagarme. (Con finura y leganzia.)
viernes, 21 de mayo de 2010
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