sábado, 29 de mayo de 2010

Pirucha zanahoria panfletera XII

No pasa todas las noches, sólo aquellas en las que llega destruida a su casa. Como en esos días que tiene que levantar a los nenes, ir a estudiar a lo de Susana para el próximo final, volver a buscar a los nenes, cocinarles, ir a trabajar y volver a la noche para prepararles la cena, acostarlos, lavar la ropa y plancharla y todo eso y después bañarse sin hacer ruido para no despertarlos. En días así, o días como los que tenía que vivir en la clínica después del ACV de su mamá, ella sabe que en el momento en que, con todas las luces apagadas y las rodillas clamando reposo, se acueste en el pacífico lecho, la almohada se va a correr. Y no importa cuántas veces intente atraparla y mantenerla bajo la cabeza, la almohada se las va a ingeniar para escurrirse de sopetón y ponerla de mal humor. Siempre al principio se enferma de rabia y empieza a luchar contra la cama, mientras la almohada se burla de ella desde un rincón. Luego se calma, se acuesta boca arriba, así apoyando la nuca en el colchón, y tarda en dormirse. Pero durante el sueño se reconcilian, porque al despertar siempre la está abrazando.

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