lunes, 23 de febrero de 2009

Siempre limpiar

Agustín siempre se olvidaba de limpiarlo. No de malo o de vago: hacía todo el resto, pero de lavarlo al final, se olvidaba. Su papá, su mamá, los hermanos, hermanas y vecinos, la abuela y el tío de España, siempre que tenían oportunidad, lo retaban y reprendían. Agustín no entendía por qué eran tan severos con él, ¿no veían simplemente que se le escapaba de la memoria? ¿Era para tanto? Hasta que un día sí, un hada lo visitó y se pudo acordar de lavarlo: lo lavó, lo dejó reluciente y lo puso a mitad de camino para que lo viera todo el que pasara y lo felicitara. Pero todos lo vieron y nadie lo felicitó. ¡Al fin hacía lo que siempre le reprochaban que no hacía, y nadie lo notaba!

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