domingo, 8 de febrero de 2009

Como persona que escribe

Como escritor.
No.
Como persona que escribe, me siento influenciado, estimulado y emocionado por las historias que me rodean, tanto de las que suceden como de las que se cuentan y oyen. Están las que pasan sin penas ni glorias y se olvidan con la primera siesta, y las que duran meses, años, y diría que toda una vida, pero no lo comprobé personalmente todavía. Tengo dieciocho años, me parecen suficientes para muchas cosas, ¿pero lo son?
Seguramente no son suficientes para valorar la vida ni las oportunidades que dejo pasar, pero creo con toda mi convicción (de esas convicciones que no desdeño) que las mejores historias son aquellas que, o bien cuentan un hecho cotidiado (mínimo, ínfimo, linieresco si se quiere, perecedero hecho perdurable), o las historias que narran, aunque sea en el corazón de una aventura, una vida entera. Oír, ver o leer de toda una vida lo deja a uno (o a mí al menos) como si se asistiera al funeral de una buena persona, de un aventurero.

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