domingo, 8 de febrero de 2009
Seres lunares
No estaba seguro de si le salían más lunares, o si cada vez se conocía mejor. Tal vez se volvía egocéntrico y narcisista y pasaba mucho tiempo desnudo frente al espejo. No, como Narciso no, pues si se miraba el reflejo largamente era porque su mirada estaba fija en sus defectos, y cuando se daba cuenta, el rostro de asco que ponía era bastante fiero. Esos párpados caídos tenían su imán de miradas, pero desde cerca, estaban muy caídos y flojos. Sus fosas nasales eran asimétricas, necesitaría una trompada demoledora para hacerse una cirugía y que la cubra la obra social. Abajo del cuello estaba la herida del perro. Pobre, el perro. Los pezones, ovalados, eran desparejos y el derecho tenía ese pelito negro que nunca dejaba de crecer a pesar de la pincita de depilar. Y el resto del cuerpo, todo un cúmulo de defectos, y lunares.
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