martes, 17 de febrero de 2009

El salto del mendigo

Camino al aeroparque privado donde saltaría por primera (tal vez única) vez en paracaídas, mientras me movía contento como si tuviera la pesada mochila con el paracaídas en mi espalda, me crucé con un mendigo que no pedía plata.
-¿Va a saltar? –me preguntó.
-Así es –contesté, titubeando.
-Es algo que siempre quise hacer… Buena suerte –me deseó.
Y me detuve a mirarlo.
-¿Por qué ni siquiera nunca intentó?
-Porque, a pesar de las mil veces que me traicionó, sigo confiando en el destino. Si he de tener que saltar, ya se me dará la oportunidad –filosofó como poeta marchito.
-¿Y por qué sigue confiando en el destino, si está aquí ahora, así?
-Porque soy demasiado perezoso (cobarde y tímido) como para confiar en mí mismo –afirmó, triste.
Me dio mucha pena verlo así. ¿Era tan férrea su convicción, o era simplemente una excusa para su indigencia? Y por un momento debatí seriamente si no dejarle mi puesto en aquel avión lleno de paracaidistas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...