sábado, 27 de octubre de 2012

Sueño de una noche empelotado

Anoche estaba acostado boca arriba al borde de la pileta y veía la luna casi llena que brillaba como una linterna incrustada en lo más profundo del océano. Cada tanto una nube fantasmita del montón que salpicaba el cielo cruzaba frente a la luna y se aureolaba, se vaporizaba, se irisaba como un arco iris, y seguía de largo.  Todas las nubes seguían una lenta migración al Este, y con ellas iba mi pensamiento: cruzar la Mesopotamia sobre una feta de jamón voladora; dibujar mi nombre en la Muralla China; pelear con paraguas vietnamitas como espadas; regar con tinta azul un cerezo budista en Japón.
En eso vi que una nube cruzaba frente a la luna en sentido opuesto. Única, solitaria, se movía hacia el Oeste. ¿No era la nube con forma de conejo que acababa de pasar hacia el Este? Mientras la miraba, atónito, fue disminuyendo su velocidad, y otra vez siguió el ritmo de las demás nubes y volvió a cruzar frente a la luna. Y otra vez frenó, cambió sentido de rumbo, y se cruzó. Así cien veces hasta que se hizo de día.

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