martes, 16 de octubre de 2012

Pensando antes de dormir

A veces escuchamos cosas, ¿no? Cosas que escuchamos en el aula, en el tren, en la tele. La gente dice esas cosas y tal vez nosotros no las pensamos. Yo me acuerdo, por ejemplo, de compañeros míos riéndose de la creencia medieval de la tierra plana. Qué giles que eran, ¿no? O los griegos, ¿de verdad creían que un dios había convertido en araña a una mina?
Y no sé qué habrá pasado, pero a mí las derivaciones filosóficas de la física cuántica me suena a elefantes en el lomo de tortugas. Que las posibilidades de esto, que todo es posible, que en teoría es razonable que.
Las pelotas. Eso no existe. Y tampoco sirve. Tampoco vamos a comprobar nunca  empíricamente si todos los metales se dilatan, pero la realidad la construimos en base a que sí se dilatan. Y hasta sabemos cuánto y cómo cada metal.
Así que tampoco la mariposa en Pekin tiene un carajo que ver con el clima de Nueva York. Y sin embargo, el hombre que gastó una fortuna para saltar desde la estratosfera, la compañía que gasta millones en publicidad, los que dedican su vida a batir un record inútil, el multimillonario que baña en oro su auto y la agencia de turismo que le vende una pista de esquí en medio del desierto, están íntimamente relacionados con el chico que no puede pagar un pan, con la chica que es prostituida y nunca ve el sol, con los padres que tienen hijos y los ven morir, con el que tiene un accidente fatal por el mal mantenimiento de una ruta.
Cuando salió la película El precio del mañana todos estaban encantados. "Muchos deben morir para que uno sea inmortal", decía el malo. "Nadie debe ser inmortal", contestaba como eslogan. Pura verdad: nadie debe ser millonario, porque para que haya un millonario hay millones de pobres.
Sigamos pensando en las posibilidades de la física cuántica. Existe la posibilidad de que todo se arregle, solo, de pensarlo fuerte fuerte.

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