miércoles, 24 de octubre de 2012

Mujeres urbanas

No sé si en todos lados son así, pero la generalidad de las mujeres en Capital tiene esa ambigüedad molesta de querer tenerlas todas a favor siempre.
A ver, flaca, nena, vieja, turra: no te me colés en la fila cuando estoy esperando el bondi desde hace dos minutos más que vos. Si igual probablemente te deje pasar. Aunque sea dame la opción de no ser caballero, no me obligues a ser el garca que te diga "flaca, la cola sigue atrás mío".
A ver, flaca, miniatura de la naturaleza con bebé en brazos: atrás mío hay cincuenta individuos de contexturas varias esperando a que se abra la puerta para empujar y salir a destino. O sea, por más que intente hacer algo con la gente que se abalanza, el hecho de ser una adolescente con un bebé en brazos no te salva ni a vos ni al bebé de la inminente tragedia. Sé humana, correte a un costado, después siempre vas a encontrar un gil que te de el lugar.
A ver, genia con bastón invisible y estadio físico de momia, ¿apurada por bajar? ¿Adiviná qué?: yo también. ¿Adiviná qué más?: apenas la puerta se abra yo ya estoy saltando camino a la esquina, mientras vos, mequetrefe con pelo teñido, vas a esperar a que el colectivo se detenga a cero para animarte a soltar una de las dos manos que te mantienen aferrada al caño, y recién ahí vas a bajar al primer escalón, después el segundo, después la calle. Frenaste a todos los que estábamos apurados, ¿por qué no me dejaste pasar a mí primero cuando me viste caminar hacia la puerta? Morite. Por tu culpa perdí el tren.

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