miércoles, 26 de septiembre de 2012

Limbos en la ciudad

Existen células de quietud y tranquilidad dentro de la misma ciudad. Espacios, o más bien momentos, en que las paredes no gritan y dejan oír su respiración leve, en que los edificios cabecean y el asfalto se despereza en silencio, en que el semáforo calló a los autos, en el que los peatones levantan la vista y suspiran. A veces dejo pasar a la muchedumbre que va de un subte a otro y quedo varado en medio del vacío. Los pasos se alejaron, los manteros dormitan o miran sus celulares, el piso parece hormiguear inquieto, pero tranquilo. A veces, desde una terraza, se ve la ciudad detenida, las personas descansando en un banco, una fuente sin agua, las palomas picoteando en la vereda. A veces en una esquina se fugaron todos los autos y colectivos y vuela a ras del piso un papel rasgado. A veces el hall de un gran edificio está desierto, la puerta abierta deja filtrar el susurro del exterior, los ascensores están parados. Limbos, existen limbos en la ciudad.

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