sábado, 29 de septiembre de 2012

El Rey en Antropquía

Un día el príncipe de Antropquía nació. Y tuvo un papá rey y una mamá reina, pero después no. Lo educaron, lo dejaron jugar, lo dejaron equivocarse, aprender por su cuenta, aprender lo que le decían, lo que podía. Lo dejaron cazar, pescar, cabalgar por el bosque. Una vez se cayó del caballo y estuvo un año en cama por las fracturas. De adolescente, asistió a bailes en el palacio, se enamoró de una chica comprometida, otra muchacha tuvo su amor y lo engañó y él sufrió mucho. Pensó miles de cosas durante su vida como príncipe. Creía estar a la altura de las importantes circunstancias en las que se desenvuelve el príncipe de un reino, pero prefería dedicarse a las plantas, arreglar un mueble, afilar una espada, escribir un poema y tirarlo. Un día le arreglaron un casamiento y se casó y tuvo hijos principitos y principitas. Una madrugada armó un equipaje ligero, preparó él mismo su caballo y partió sin pajes ni criados. No dejó ni una nota ni prometió volver. Dicen que se fue a la China. La gente del reino dice que el príncipe está en la China, si algún extranjero pregunta, dicen que está allá y que va a volver. Que el príncipe de Antopquía volverálgun día. Cuando finalmente volvió, aunque todavía repetían lo mismo, ya nadie pudo reconocerlo porque era viejo. Y ya no era un príncipe, sino un Rey. No de Antropquía, pero era un Rey.

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