miércoles, 22 de febrero de 2012

Como pan al sediento

El pescador de perlas moría de hambre a la orilla del mar, cuando creyó que era una alucinación. Pero no: un durazno gigante llegaba flotando hasta él. Lo agarró y lo llevó hasta la sombra, pensando en que podría saciar su hambre, pero cuando lo abrió encontró, dentro del durazno gigante que empezó a evaporarse, un huevo de avestruz. Preparó un fuego para poder cocinarlo, pero cuando lo partió en una gran sartén que tenía, el huevo y la clara se vaporizaron y le dejaron un coco de tamaño considerable. Fue a buscar una piedra afilada y cuando después de muchos golpes pudo partirlo, el coco desapareció en el aire y dejó en sus manos un durazno de tamaño regular. Se encogió de hombros y le dio un mordisco, y al hacerlo el durazno se deshizo y se encontró con un huevo de gallina en la boca. Rápidamente lo rompió sobre la sartén y encontró un pequeño coco. Lo rompió de un golpe y encontró un duraznito todavía verde. Lo mordió y encontró un huevo de colibrí. Cansado y con más hambre que nunca, tiró el pequeño huevo a las piedras de la orilla del mar. Y como se fue caminando de espaldas y refunfuñando, no vio que del huevito fracturado brotaban sin cesar perlas preciosas.

1 comentario:

  1. deci que a alguin muerto de hambre no le sirven mucho las perlas.. ademas me consuela suponer que las perlas seguro se evaporaron para dar lugar a una vibora ciega o algo asi..

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