miércoles, 22 de febrero de 2012

Condición humana L

Hoy se levantó temprano y la cama explotó cuando él se paró. El microondas tuvo un corto y estalló apenas sacó la taza de café, que después se estrelló en el fondo de la pileta cuando la fue a lavar. Juntó los pedazos rotos, los tiró al tacho de basura que explotó de inmediato, y cuando se dio cuenta la pileta de la cocina ya había explotado llevándose la pared que daba al exterior. Por primera vez en el día, el hombre se enojó. Salió de casa dando un portazo, y escuchó que a sus espaldas la puerta volaba en pedazos y la casa, poco a poco mientas él caminaba hacia una esquina, se desplomaba en mil partes. El colectivo chocó a mitad de recorrido contra un avión, hizo el resto a pie mientras puestos de diarios y perros explotaban a su alrededor. Llegó a su oficina y el día anterior todos habían sido despedidos, se encontró con su jefe que le pidió un té. Cuando se lo llevó lo encontró reventado sobre su escritorio con una pistola al lado. Tiró el te con fuerza por la ventana, gritando, y el edificio colapsó mientras él huía. Huyó, huyó mientras podía, cerrando los sentidos, para un lado y para el otro, la ciudad era una marea infinita de reflujos y corrientes imprevistas. Llegó a la noche a su casa, la encontró como estaba la noche anterior. Entró por la puerta, dejó las llaves con cuidado en el llavero, las oyó tintinear suavemente. La cena estaba congelada. El microondas la calentó. Se bañó con agua fría, se secó y se metió en la cama. Con suerte mañana todo fuera mejor.

Ayer el Mangaratiba me mató al Portuga. Hoy el Sarmiento se llevó otras vidas. Mañana, con suerte, será mejor.

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