domingo, 19 de febrero de 2012

Cotard

Dicen que no estoy muerto, que estoy enfermo, que algo falla en mi cerebro. Pero para serles sincero, no tengo cerebro. Se los expliqué mil veces: estoy muerto. Hace ya dieciséis años que estoy muerto y eso no tiene cura. Fallecí durante la noche. A la mañana me di cuenta por primera vez que ya no tenía pulso, a la tarde empecé a oler mal, a descomponerme, a la noche no sentía si un rastro de lo que llaman alma (no puedo explicarles lo vacío que se siente no tener más espíritu, porque uno tampoco puede explicar lo que se siente tenerlo). A los pocos días mi cerebro y mis entrañas se habían licuado, los nervios no respondían, era piel y huesos poniéndose viejos fuera de la tumba, que es donde debían estar. Pero no, mi señora, mi hija y los médicos afirmaban que estaba bien, un poco flaco porque ya no comía (¿qué comida necesita un muerto?), y con una falla en el cerebro. ¡Pero claro, idiotas, con un cerebro coagulado quién no tiene fallas cerebrales! En fin, en vida no fui alguien impulsivo ni tozudo, así que me convencieron para analizar mi cadáver, vi a cientos de doctores que me pusieron en cientos de máquinas y me hicieron cientos de análisis de sangre (no tengo idea de por qué no me hacían una autopsia y listo el pollo), y tuve que hablar con otros tantos sicólogos y siquiatras que me preguntaban mil cosas, me hacían mil tests y me querían hacer tragar todo tipo de píldoras, cuando incluso el agua que me vertían el la boca se colaba por los pulmones secos. En fin, no me resistí. Y decían que eso era una mejora, algo inusual en la gente muerta. Yo nunca supe que un muerto se resista a nada, para ser francos. Llevo así dieciséis años. No hago nada, desde ya: un muerto no trabaja, no lee diarios, no hace las compras, no lava el auto, no cría a sus hijos huérfanos ni llama a su viuda, no juega con el perro ni pasea. Una facultad compró mi cadáver y ahí me tienen. Con tal de que les deje meterme comida procesada por un tubo dos veces por día y le dé un par de vueltas al pabellón después, puedo pasar todo el tiempo que quiera mirando tele. No sé si para los demás será una gran vida, para mí es una buena forma de pasar la muerte.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...