miércoles, 26 de noviembre de 2008

Todas las noches

Un anciano benébolo asoma su rostro detrás de unas nubes y mira hacia abajo. En una pared de roca, con chispas resplandecientes, se va revelando la palabra NOMBRE. Desde el cielo cae, como por una cinta mecánica, un enorme palacio brillante y esmeralda, y aterriza en una colina. Una mano barre la tierra y el horizonte, mostrándolo, y luego el cielo estrellado. Desde un horno de barro sale, en una pala de madera, una hogaza de pan caliente. Un hombre lleva la mano al hombro de otro hombre, y luego el otro hombre hace el mismo gesto, ambos cabizbajos y alegres. Un pequeñito cae al abismo en llamas, pero logra asirse de una cuerda y se salva. Desaparecen las llamas. Amen.

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