miércoles, 31 de diciembre de 2008

Érase una vez en la Europa antigua

Un poco antes de la época medieval, en la que las criaturas mágicas alcanzaron su auge y máximo esplendor, tanto entre el vulgo como entre la nobleza, existía una feliz pareja de caballos blancos. Eran albinos como una nube pura, felices como el sol de primavera, la pareja más envidiada de todo el bosque. Pero un día nefasto apareció un corcel negro, de patas delgadas y hermosas, cuello musculoso y crines solapadas sensualmente. La yegua blanca no se pudo resistir.
Y en ese preciso momento en que la virtud era cortada, mancillada y despedazada por la lujuria equina, el caballo sintió que algo pinchudo, largo y doloroso le brotaba del medio de la frente, como una púa de espino o un colmillo de narval. Y cuando comprendió a qué se debía, en medio de su desesperación, el caballo blanco lanzó un desgarrador alarido.
Ese fue el nacimiento del primer unicornio, el origen del término cornudo y el estreno de la palabra yegua como un insulto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...