viernes, 12 de diciembre de 2008

El monigote estafador

Eugenia llevaba esperando la llamada toda la bendita semana. Era viernes y si no era entonces, probablemente no fuera nunca. Rodrigo era el encargado de organizar la subasta clandestina de creatividades, Rodrigo tendría que haberla llamado si se hacía, ¡tendría que estar llamándola ahora! Y mientras dejaba el café a un lado y trataba de que sus manos dejaran de temblar para prender un cigarrillo más, su Nextel chilló de lo lindo y del sobresalto la taza terminó en el piso. Atendió apurada y las pocas palabras de Rodrigo le dieron un vuelco al alma: sí, los talentos de subastaban a las 12 en punto en el sótano del obelisco. Eugenia puso unas cositas en una cartera, se arregló los ojos como pudo y voló en su Palio blanco hasta el sótano.
Una vez que comenzó el remate de los talentos, colocados todos ellos dentro de pequeños vasitos de colores como químicos de un laboratorio, Eugenia jugó con todo lo que tenía al talento de aquel que había pertenecido a varios pintores muertos. “Es el mismo de Leonardo Da Vinchi, nadie lo sabe y está un poco desgastado, pero es el mismo, te lo puedo jurar”. Habiéndole hecho caso a Rodrigo, Eugenia perdió hasta su casa y su cartera, y se fue caminando hasta un café noctámbulo. Pidió un capuchino, se lo bebió de a sorbitos y luego se echó de una aquel talento. Gargareó y tragó todo.
Tomó una servilleta, un lápiz de su bolsillo. Si era como Leonardo podría reemplazar su casa perdida con una mansión en Miami y su pobre Nextel con un iPhone. Respirando, dibujó en la servilleta lo primero que le vino a la mente: ahora era un genio. Pero la miró y la rabia comenzó a brotarle en los ojos: ¡Rodrigo maldito estafadoooor!
Salió rauda del café sin haber pagado nada, dando un portazo y dejando sobre la mesa una servilleta con un triste monigote.



Acá tenés Euge, todo para vos jajaja.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...