domingo, 7 de diciembre de 2008

Placeres de verano

Mirar el ciruelo, cargado de granadas por reventar. Seleccionar con la mirada aquellas cuyo color a hematoma las delata como las más maduras y seductoras. Con el barrepileta en la mano, golpear una suavemente, en la base del cabito, hasta que caiga. Tratar de atajarla ágilmente en su recorrido al piso, consecuencia indefectible de la gravedad. Dejar el barrepileta a aun lado, acercarse a la pileta. Arrodillarse a su lado, sintiendo esa pequeña presión en las rodillas que da placer. Al menos el placer de librarse del dolor cuando, una vez que la fruta ha sido lavada en el agua con cloro, se puede disponer del sabor intrínseco de la ciruela.
-Mierda, tenía gusanito.



Agua con cloro, para Mauro.

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