domingo, 20 de mayo de 2012

La puntita del andén

Uno toma costumbres porque tenerlas a es más fácil que no tenerlas, ahorra pensar un poco. Yo tengo por costumbre esperar el tren siempre en la misma punta del andén, medio alejado de todo. El jueves, ahí mismo había un trío de vendedores ambulantes. Cuando llegué, dos de ellos retaban al tercero, que es un muchacho lerdo y con un pequeño retraso no fingido, porque se comía su propia mercadería. Mientras le hablaban, el bobo metió la mano en su mochilita destartalada, sacó tres confites, abrió uno para sí y les ofreció a ellos también. Aceptaron y empezaron a hablar de cómo habían aumentado los alfajores. Después empezaron a hablar de Tinelli, y el que vendía los alfajores, que era el mayor, les explicó que él se entretenía con los documentales. Llegó el tren y me fui con un poco más de fe en los vendedores ambulantes.
El viernes, al llegar a mi rinconcito del andén, había tres flacos con muy mala pinta. Con una baggio vacía se hicieron una tuquera y fumaban con nerviosismo, pasándose el cartón humeante de uno a otro. Una viejita llegó a mi lado y se los quedó mirando, la pobre vieja no entendía nada. Por suerte el viernes el tren no tardó nada en llegar.

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