viernes, 18 de mayo de 2012

El pájaro migrador

Hay un pájaro que es único y es mágico. Cuando se posa en una planta verde, por más que sea un segundo, esta planta pierde de inmediato todas sus hojas y flores y frutos y queda sólo en ramas y tallos. Por eso es que el pájaro se la pasa volando de un lado a otro, sin atreverse a descansar sino cuando cae rendido y sin fuerzas. Y todas las plantas lo odian, porque pela sin miramientos al rosal que tardó siete años en crecer y al roble que está en lo más fuerte de la primavera. Y si la planta no era lo suficientemente madura, puede que muera al poco tiempo.
Sin embargo pocos saben (y si lo saben, es en forma de rumor) que el mismo pájaro es capaz de devolverle la vida a los árboles muertos, secos, quebrados. De hecho, el pajarito tampoco lo sabe, porque cuando se detiene a descansar sobre una rama seca no sucede nada al instante. Pero después de que se vuela, a las horas, a los días, incluso semanas después, la planta muerta empieza a reverdecer, como si tuviera que hacer una terrible fuerza para vencer una coraza durísima, empujando diminutos brotes desde el interior, pequeños brotes que se abren al sol como ojos de recién nacidos. Y sólo es esta planta revivida la que sabe la suerte que tuvo de conocer al pájaro migrador, y lamenta no haber podido darle las gracias.

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