jueves, 10 de mayo de 2012

El gato prófugo

Al gato nunca le faltó comida, ni un lugar calentito, ni mimos. No sabemos por qué se fue. Al principio, cuando se hizo una semana desde la última vez que lo habíamos visto, creímos que algún perro del barrio lo había liquidado: era lo más obvio.
Pero el otro día lo vi mientras barría el living. El gato le daba la vuelta a la pileta para tomar agua con jabón del lavapies (siempre le gustó). Tiré la escoba y me asomé a la ventana, llamándolo. El gato se paralizó y me observó, no movía ni las orejas, ni los bigotes. Era el gato, las mismas manchas, la misma mirada, todo igual salvo que se lo notaba flaco y sucio. Como no vino hacia mí, di la vuelta por la cocina para salir afuera. Cuando lo hice, el gato ya no estaba, ni rastro.
Lo mismo me pasó otras dos veces, y a mi papá también. El gato simplemente viene a tomar agua del lavapiés y cuando vamos a buscarlo, desaparece.
Por eso le pedí a papá que comprara ese rifle de potencia. Lo escondimos atrás de la cortina.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...