Aproveché el silencio que hacía mi mamá cada vez que dejaba la cuchara al lado del plato y se estiraba a agarrar un pedazo de pan para tirar la noticia con rapidez:
-Facundo me dejó unas hojas en la almohada.
El pan de mi mamá se cayó a mitad de su recorrido y rodó sobre la mesa, y mi papá salpicó sopa sobre el mantel. Los dos me clavaron la mirada.
-¿Qué dijiste, Lucía?
Sin mirar a ninguno de los dos, expliqué que anoche, al irme a dormir, encontré adentro de la funda de mi almohada cuatro hojas de árboles.
-Estuve googleando. Una era de roble, otra de castaño, una de neem (una planta de la India), y la otra de cerezo...
Mi papá asintió las cuatro veces, como si estuviera chequeando su equipaje en una lista. Mamá se acercó más y me estranguló la muñeca.
-¿Y estás segura que fue Facundo, Lu...?
-Estoy segura -afirmé, disimulando el temblor de mi voz al pensar en el hermano que no veíamos hacía siete años-. Nos cuenta que va a seguir viajando cuatro años más...
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