viernes, 19 de marzo de 2010

Viajo lejos

El viento que entraba por la ventanilla hacía tanto ruido que no le dejaba escuchar lo que estaban diciendo a su alrededor. Y le gustaba no escucharlos, porque no le importaba. Era un día de calor, pero el viento a más de cien kilómetros por hora que lo golpeaba podía disminuir cualquier temperatura. Le gustaba mucho cómo olía la patagonia, le gustaba sentir el zumbido y la vibración del auto, el murmullo a su costado y él ausente de todo, con los ojos cerrados. Viajar así era fantástico, y era fantástica la aguja que tenía en sus manos. Esa era la Aguja más buscada de todo el pajar, y él tenía el privilegio único de hacerla dar vueltas lentas entre sus dedos, a las sombras del asiento del conductor, mientras su cara no pensaba en otra cosa que en el choque del viento en su frente, su nariz, los cachetes y el pelo. Para él era un juguete, y tanta gente andaba tras su pista, sus últimas huellas... Él sabía todo eso, y a pesar de todo no le importaba escuchar lo que decían sus compañeros alrededor.

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