Y en eso escuchó un revuelo, gritos contenidos de forcejeos, pasos a la carrera y como nueve golpes nerviosos que aporrearon la puerta de entrada de la casa. Automáticamente se irguió cuan alta era en la silla, acomodándose la pollera volada y pensando en que los nenes ya estaban despiertos.
-¡Luciana, no abras la puerta! ¡Llamá a la policía...! ¡Soy Julián!
Julián era el vecino. En esa fracción eterna entre el alarido de su nombre y los cinco disparos que lo mataron, Luciana se preguntó por qué Julián no había podido llegar hasta su propia casa y había elegido en cambio la suya.
Hoy tuve una idea, pero LA idea. Y es mía, y es la mejor. No me envidies Mundo, algún día, cuando esa idea sea mi monstruo, la compartiré.
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