martes, 30 de marzo de 2010

Golpes en la entrada

La sensación de esa deliciosa y húmeda noche fresca después del calor diurno le corría como el viento por las venas. Había acostado a los tres nenes y por fin podía dedicarle media hora al ocio propio. Frente a la puerta del patio trasero, descansaba los ojos bajo la luna y pensaba. Aún sentía el sabor del chocolate entre las muelas y podía tranquilamente evadir la tentación de un cigarrillo. Oía el murmullo de la ciudad, autos en la autopista, el tren muy distante, alguna chicharra.
Y en eso escuchó un revuelo, gritos contenidos de forcejeos, pasos a la carrera y como nueve golpes nerviosos que aporrearon la puerta de entrada de la casa. Automáticamente se irguió cuan alta era en la silla, acomodándose la pollera volada y pensando en que los nenes ya estaban despiertos.
-¡Luciana, no abras la puerta! ¡Llamá a la policía...! ¡Soy Julián!
Julián era el vecino. En esa fracción eterna entre el alarido de su nombre y los cinco disparos que lo mataron, Luciana se preguntó por qué Julián no había podido llegar hasta su propia casa y había elegido en cambio la suya.


Hoy tuve una idea, pero LA idea. Y es mía, y es la mejor. No me envidies Mundo, algún día, cuando esa idea sea mi monstruo, la compartiré.

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