martes, 3 de agosto de 2010

Revolquémonos en el pasto que está verde

El tipo que vende boletos en la estación. La mujer que se para frente a él, buscando lánguidamente en el monedero, con la mirada perdida tras el bondi que se acaba de ir y balbuceando sus especulaciones sobre cuánto demorará el siguiente. El flaco que llega contento, ve a la mujer ida y le pide al boletero uno de $1,50.
El estallido de la mujer:
-¡Che, pibe, yo estaba acá primero, ¿qué derecho tenés a colarte?!
Y la respuesta catarata del flaco, mientras sonríe:
-El derecho que me concede el haber cambiado a principio de semana un billete de $50 por diez de $5, que son los que uso para pagar el boleto de $1,50 a esta hora (lo cual me permite reponer las monedas que gasto cuando viajo a la mañana), y el hecho de haber buscado y separado uno de esos billetes mientras llegaba a Ituzaingó para tenerlo ya listo, así no le hago perder el tiempo a los demás.
El silencio de la mujer.
El agradecimiento cómplice entre el boletero y el flaco metódico:
-Acá tenés.
-Gracias che.
-No de nada, suerte.

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