martes, 24 de agosto de 2010

Gatos

Esto me pasó anoche, a la vuelta de la facultá. La última cuadra antes de doblar en la esquina y llegar a mi casa hay una serie de cinco casaquintas de amplias fachadas ocultas tras sendos setos espesos como murallas. Lo único que se ve caminando por la vereda son esos enormes portones automáticos de madera y hierro.
Anoche, al pasar frente a la primera casaquinta, vi a un gato sentado frente a la entrada, tranquilo, atento, inmóvil. No me llamó la atención el primer gato, pero sí el segundo: estaba en idéntica posición frente al segundo portón. Hubiera pensado en un deyavú si no fuera porque el primer gato era atigrado y este era color canela.
Al verlo, automáticamente levanté la cabeza y miré hacia delante, y tirité un escalofrío al ver que en la vereda de las cinco casaquintas había un gato centinela custodiando los portones automáticos. Apuré la marcha y doblé en la esquina como sobre una moto, y lo más rápido posible fui a ver qué estaba haciendo mi gata en la cocina.
Llegué y la encontré con la cabeza metida dentro de su platito. Le chisté para que me mirara, y cuando levantó el cogote me clavó los ojos amarillos en la frente, relamiéndose sus largos bigotes llenos de sangre. Entendí que me amenazaba claramente: "decís algo de lo que viste esta noche y fuiste".
Fíjense en los diarios de esta mañana, busquen un titular que diga "vecinos de Ituzaingó".

3 comentarios:

  1. No encontré nada al respecto, me quedé con la duda...

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  2. Como ya te dije,es un relato de terror con final abierto y algo de ciencia ficción, me gustó mucho

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  3. boludo!!!! que miedo.. no voy a poder volver a ver a tu fucking gata con los mismos ojos..

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A ver qué tenés para decir...