-No te des más manija: si te dejó es problema suyo, y no tuyo -me aconsejó el viejo vagabundo, mientras chupaba el fondo de una lata de paté-. En las relaciones y todas las historias que se basan en el inexplicable amor humano pasan cosas similares y peores, imposibles de entender. Las cosas son así porque no comprendemos por qué son así, y punto.
Yo me sequé la lágrima, lo miré, lo miré, lo miré lo miré, asentí y dije:
-Sí, y yo siempre digo mentiras.
Sigo dándole vueltas a Avatar, sin saber si tiene ideología muy bien pensada o si directamente no la tuvo nunca, y queriendo saber por qué el héroe ya no se distingue tanto del villano y sin embargo sigue siendo tan distinto, y sin entender por qué una superproducción defiende a la Pachamama o por qué se vuelve lísita la guerra por la naturaleza (¿será que decidió abandonar radicalmente el plano ideal, o es de guachura nomás?). En fin, qué buenos efectos.
jueves, 7 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me parece que a veces las personas complejizan lo sencillo, por una ¿necesidad? ¿capricho? ¿costumbre? de que las cosas no pueden ser taaaan sencillas, pero que los son y listo.
ResponderEliminarNo me cuentes, no me cuentes, no me cuentes. Que la voy a ver hoy.
ResponderEliminar