domingo, 10 de enero de 2010

La última presa

La llaman la ilusión del cazador. Suele afectar a viejos cazadores que comienzan a ir por el lindero del espeso bosque que es la senilidad, pero no es propia de los cazadores jóvenes como yo: apenas diecisiete años tenía cuando sufrí aquella ilusión.
En el campo y en los cotos del sur cacé bastante, desde patos clásicos a zorros y venados. Pero en casa mi única arma era un rifle a aire comprimido y los únicos blancos eran los gorriones. "Los horneros no porque hacen casitas lindas, los zorzales no porque cantan lindo, los venteveos no porque son inteligentes, las torcazas no porque son mansas, etc. etc". Entonces sólo podía disparar contra gorriones esquivos, feos y calvos.
Todavía me acuerdo que eran las cinco y media y que yo acababa de tomar una chocolatada cuando vi al cazalito de gorriones [N.d.T.: los gorriones van en bandadas]. Corrí a buscar mi rifle, lo cargué adentro de casa para ocultar el ruido (las aves ya reconocían el clic metálico y huían despavoridas) y corrí a la puerta que daba al fondo. Allí me aposté, acomodé mi arma, apunté al gorrión con calma y respiré profundo. La hembra estaba entre las achiras, pero el macho estaba adelante, saltando entre el pasto alto, tan alto que llegaba a taparlo por momentos. En uno de esos saltos, gatillé.
Creí ver a la hembra salir volando, pero no estoy seguro porque al lanzarme sobre la víctima dejé de mirar todo lo demás. Sin embargo ahora no sé si hubo o no hubo hembra, porque al llegar junto al gorrión muerto sólo había una hoja seca de castaño. Busqué y busqué y gorrión no había por ningún lado, no estaba herido ni se había escondido. Volví a mirar la hoja de castaño y la vi atravesada limpiamente por el balín de mi rifle.


No sé el resto, pero siempre quiero saber qué es lo que decía en realidad eso que alguien resumió como "blablabla" por ser poco importante , pero desearía que muchas cosas inútiles estuvieran resumidas como "blablabla" para poder saltearlas y no leer al pedo.

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