Los besos no se roban, porque el ladrón nunca merece lo que obtiene.
Los besos tampoco se merecen: no son pagas ni son premios ni recompensas.
Los besos se regalan, y se los deja ir enseguida.
No se guardan ni te atesoran, se devuelven para así pedir otro y otro y otro, siempre con la boca vacía, sin recuerdos, sin memorias, sin más besos que un presente.
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