viernes, 25 de junio de 2010

Los mendigos argentinos

No alcancé a explicar lo que me llevó a alejarme del mendigo que volví con él. Humillado, aturdido. Todas sus palabras de sabiduría fueron un derroche en mis oídos. Nada de lo que me enseñó sirvió, pero mea culpa, no suya. Llevo todo el mérito de esta derrota.
Igualmente quería narrar mi reencuentro con él. Después de buscarlo una semana entera por los rincones que frecuentábamos juntos, me lo fui a encontrar de casualidad sobre Avenida Córdoba, mirando hipnotizado un monitor gigante en una vidriera, acompañando de gentes en celeste y blanco.
-¿Qué hacés acá? Si odiabas los cuchicheos del fútbol.
-Es que el Mundial es otra cosa -me contestó con ojos brillosos-. Es el único juego pasional de las multitudes en el que se mezclan tan magistralmente las políticas y el azar.
Lo miré encariñado, miré la gente que nos rodeaba, miré la pantalla y regresé a su rostro iluminado.
-Qué lindo volver con vos.

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