A veces algunas realidades de la vida nos remiten a nuestra verdadera esencia, a veces nos recuerdan cómo somos en verdad. El miércoles pasado recuerdo que, mientras me lavaba los dientes a la mañana, apareció mi prima (persona feliz y fresca ella) y me preguntó:
-¡Primo! ¿Qué hacés lavándote los dientes si te acabás acabás de despertar?
-Me saco el sabor amargo de la boca para sentirle el sabor a las medialunas -le contesté yo como lechuzo sabio.
-¿Sabor amargo? -cuestionó ella con énfasis-. ¿Te despertás con sabor amargo en la boca?
No le contesté, pero la sombría impresión de mi entrecejo le afirmaron que sí. ¿Por qué yo amanezco al mundo con esta horrible sensación y ella, todo lo contrario, con dientitos que saben a terrón de azúcar?
miércoles, 23 de junio de 2010
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