domingo, 15 de noviembre de 2009

Escoba mojada

Vi a Sofía sin quererlo. Ella estaba inmóvil, con la escoba en la mano, detenida en un instante de su labor. Con la otra mano se tapaba la boca. Y lloraba, los hilos de lágrimas bajaban por las mejillas que se ponían rojas y recorrían los pliegues de la mano y los dedos. Una hilera se metía por debajo de la manga hacia el codo y la otra goteaba sobre el montoncito de polvo acumulado. Era una imagen desoladora verla a Sofía ahí quieta, llorando, creyendo que nadie la veía.
Pensé inmediatamente que se debía a Nico. ¿Lloraba por haber dejado a Nico? No, ya la había visto llorando por lo de Nico y estaba seguro de que no era sólo por Nico. También podía ser por el miedo que sintió el otro sábado cuando se enteró que la casa de su hermana en Formosa se incendió y la impotencia que tuvo al no poder hacer ni saber nada más. Debían ser esas dos cosas juntas, y tal vez lloraba también porque era el viernes 15 y hacía un mes se había muerto su perra Bernanda. Pequeñas cosas, pequeñitas. Seguro entre esas lágrimas estaba también el 5 que se sacó en Sociedad y Estado (típica angustia de traga) y la pelea que tuvo con la profesora de Química. Y podía haber muchas otras cosas: Sofía sólo contaba los problemas que más le afectaban, y otros mil se los tragaba ella sola, esperando que sus jugos gástricos disolvieran todo. Pero no era así. Ahora que la veía llorando quietita con la escoba en la mano y tapándose la boca, muerta de dolor, era obrio que no era así.
Me acerqué y la abracé. ¿Qué te pasa, Sofi?, le pregunté. Me pegué en un diente con la punta de la escoba, me dijo. Pero bueno, yo seguí abrazándola para no quedar como pelotudo.


School Rumble, Bokura ga ita, Lovely complex, hasta Ouran High School Host Club demuestran, junto con la vida diaria, que no hacen falta mil amores para perder completamente la cabeza. Basta uno y medio.

1 comentario:

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