domingo, 5 de junio de 2011

Mirada de ladrón

Esos ojos me miraron por un instante antes de recorrer las demás caras que lo miraban. (Caras burlonas, caras de odio, caras de curiosidad morbosa, caras de desprecio inhumano, las caras comunes de los pasajeros matutinos tras una hora de demora por un pibe que saltó a las vías cuando lo perseguían unos policías). Esos ojos patéticos nos miraron desde abajo y luego quedaron tapados por la visera de su gorra. Pero esos dos segundos me bastaron para saber que esos ojos acaban de ver la realidad, acababan de comprender que no se podía poner de pie porque se había roto la pierna, acababan de comprender que iba a ir preso, acaban de comprender por qué es que todos lo miraban así. Se le veía en los ojos y en el gesto vibrante del labio inferior que la nebulosa de droga se estaba disipando y el dolor del hueso y las manos lo invadía, se le notaba con ganas de gritar mamá mamá (aunque para él esa palabra significara sólo mujer borracha o cosas parecidas) porque no podía encontrar ninguna cara conocida de donde sostenerse. Esos dos ojos atascados en las vías del tren, rodeados de policías, gendarmes y walkietakies, acababan de comprender, al igual que yo y que nadie más en el andén, que todo se había podrido en un instante cúlmine.

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