jueves, 26 de mayo de 2011

Things can go better

Un día de esos que tienen sabor a días normales, que no se contabilizan en la cuenta de los años y que se cuelan por los huecos de la memoria, un día de esos volvía yo a casa temprano. Quedaba poca luz (cosa de minutos quedaban) y la calle de barro, poceada como campo de batalla, apenas se teñía de una textura uniforme que dejaba a la intuición los desniveles del suelo. En eso vi que algo brillaba, reflejando la luz del único farol prendido en toda la cuadra. O eso me pareció al principio.
Me agaché y lo levanté. Rápido, antes que ningún pibe viera nada, ninguna vieja se asomara a curiosear, lo guardé en el bolsillo interior de la campera (tal vez ahí dejara de brillar) y llegué al trote hasta mi casa. Mi papá me preguntó por qué la sonrisa. Le dije que era sólo un día normal, húmedo, de esos que no contabiliza la memoria.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...