viernes, 18 de diciembre de 2020

La confesión de la abuela borracha

La abuela nunca tomaba demasiado, y no recuerdo haberla visto borracha como aquella noche. Entonces entendí el porqué de su abstinencia: ebria la abuela confesaba cosas escondidas en sus cajones más profundos. "Yo siempre clasifiqué a las personas de un golpe de vista", fue su primera revelación, "entre posibles asesinos y posibles víctimas. Entre gente capaz de matar (llegado el caso), y gente que se dejaría matar antes que hacerle lo mismo a otro". Nos contemplamos entre todos, incapaces de creer que la abuela dividiera así el mundo a su paso, y preguntándonos de qué bando estaríamos. Yo, potencial asesino, explicó ella. Mi hermana también. Papá no: por eso le permitió ser su yerno. Y se rio con ganas cuando le preguntamos por ella misma: ¿ejecutora o ejecutada? "No puedo saberlo", dijo compungida: se miraba al espejo e intentaba verse como a un extraño, pero un día era una cosa y al otro cambiaba. "La única forma de saberlo es hacer la prueba real", concluyó, y soltó una risita infantil mientras tanteaba en busca de su copa.

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