jueves, 5 de septiembre de 2013

Fisonomías delatoras

Hay fisonomías que delatan. Y lo hacen a distintos niveles. Así como un policía puede detectar a un delincuente y un profesor saber cuáles son los alumnos que se copian, yo puedo diferenciar de un vistazo a aquellos que aman de aquellos que perdieron toda fe, a los que sueñan de los que sólo ven lo que ven.
Hoy reconocí a un hombre en el tren. El cráneo estaba endurecido por varias décadas de trabajo duro: debía trabajar en construcción, o logística, o de operario en alguna fábrica. Sin embargo los ojos, de color lavado pero nítidos, de pestañas delicadas como un plumero elegante, mostraban de lejos que su espíritu nunca había perdido ni un gramo de sensibilidad. Por la forma que miraba el cielo a través de la ventanilla y la cadencia de su mano derecha sobre la rodilla, supe que ese hombre amaba. Por cómo dejaba salir el aire de su boca, así como quien recién se levanta un día de escarcha), supe que amaba a una mujer desde hacía muchos años. Y por las grietas en la carne de las mejillas (rasuradas diariamente, llenas de cráteres y poros y agua mal lavada) supe que ese amor era desigual. Que ese hombre amaba a una mujer desde hacía mil lustros, y que esa mujer había elegido mal, había ignorado lo que le hacía bien, se había alejado sin pensarlo bien, y ahora sufría sin dejar que aquel hombre curara su dolor.

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