domingo, 15 de septiembre de 2013

Barrilete atado

Dejamos de correr porque la fatiga nos rindió por completo, los dos a la vez. Caí de rodillas y él se mantuvo de pie, sostenido contra un árbol muerto. ¿Qué había pasado, qué fue lo que nos impulsó a correr? Cuando intenté recordar, con el corazón y la sangre todavía ensordeciéndome el pensamiento, volví a estremecerme de terror.
Pero lo cierto es que no recordaba nada. Sólo detalles, como esos gestos y objetos diminutos de un sueño que son lo único que permanece al despertar. La grava desparramada en el patio, el vidrio roto, el relámpago, el barrilete que, atado al limonero recién trasplantado, giraba y giraba como poseído.
Entendí todo un instante después que él. Entendí, en realidad, porque él empezó a reír, y enseguida lo seguí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...