miércoles, 28 de enero de 2009

De modestia, ego y otros pegados

¿Por qué es que los que escribimos y no por simple catarsis, amamos lo que escribimos? Tal vez no a todos, pero a mí me molesta cada vez que alguien quiere introducir un cambio. Es distinto que me digan: mirá, esta parte está medio sobrecargada, esa frase es muy larga, a que digan: poné esto acá y en vez de chicle poné goma de mascar, y está perfecto. Eso me saca. Quizá (con suerte, de casualidad) hasta tienen razón, pero admitirlo, comprender que lo que pensó otro sobre el tema que yo imaginé y di forma, es mejor... Por eso creo que hubiera sido útil para mí comenzar a escribir yendo a un taller o alguna de esas paparruchadas que nunca me llamaron la atención: para que alguien que sabe me enseñe modestia. Sé que mis textos dejan mucho que desear. Pero, principalmente, a mí me dejan mucho que desear. Si te deja deseando a vos, bancantelá.
En fin, me alegra pensar que de una vez por todas me decidí a ir a un taller. Ahora me queda elegir cuál.

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