martes, 18 de octubre de 2011

Duchada

Uno, en lo que va viviendo, aprende muchísimas cosas diminutas, muchísimas cosas que jamás aparecerán en ningún tipo de libro, cuento o anécdota siquiera. Recuerdo bien la mirada cómplice y picarona con que me miró mi mamá esa mañana que me escuchó cantar en la ducha: hacía una semana que había conocido a Soledad. Y por eso no necesité preguntarle a nadie por qué mamá tenía esa cara tan fea la mañana en que desde toda la casa se lo escuchaba cantar a papá.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...