lunes, 29 de noviembre de 2010

Pateando cordones

Sí, sí, la felicidad es recompensa, no objetivo. ¿Pero qué se supone que siento a veces? Tal vez es la diferencia entre ser feliz y estar contento. Pero es casi lo mismo, si la felicidad eterna en esta vida no existe. Es como patear piedras, exactamente patear piedras. Me explico: después de lo que cualquiera llamaría un día nefasto, un día de mierda, de esos para olvidar, vuelvo a mi casa. Es de noche, no me cruzo más que con gatos en cestos de basura, papeles al viento, cercos de ligustrina y alguna persona. Yo camino lento, a trancos, sin prisa, y si me encuentro con una piedra en el camino no dudo en patearla. Una vez, con firmeza, se adelanta unos diez metros y la vuelvo a patear, siempre y cuando quede delante mío. Puedo moverme unos pasos a la derecha o a la izquierda, pero sucede que a veces emboco mal, o sea no le emboco, y la piedra sale disparada para cualquier lado, se sube a la vereda o se va al cordón contrario... Y a la memoria viene esto: la felicidad no es un objetivo, no vale la pena perseguirla porque la gracia se va. Es como el amor, enamorarse, el romance: uno va pateando, pero si tiene que correr y meter esfuerzo, la magia se pierde en ese momento. Y no importa todo el resto, yo quedo contento con tener una piedra para patear al volver a casa.

2 comentarios:

  1. a veces muchas piedras juntas (pateadas, nótese el adjetivo), pueden construir una guarida propia y valiosa... tener siempre una piedra para patear es un paso más hacia ese reducto.
    besos graníticos

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