domingo, 17 de julio de 2011

Cronometramus

Es inevitable pensar en el tiempo mientras uno espera que llegue el subte. Que llego tarde a la oficina otra vez y me van a estar sermoneando cinco minutos, además tengo que terminar el trabajo de la facultad para la semana que viene, mi hermanito hace meses que tiene el avioncito a escala por la mitad, todo lo que no llegué a decirle a mamá en la publicidad de la película el viernes, las flores en invierno que se hielan, las crisálidas por abrirse, el sol subiendo por la ventana abierta, la canción que termina demasiado rápido, las manitos fluorescentes del reloj no me dejan dormir, la rutina de quince minutos de gimnasia de la vecina que murió el año pasado, prender la computadora un minuto, ir al baño, crujirse los dedos, no haber hecho la tarea del colegio, mirar un espejo, pestañear dos veces seguidas. Pensando en el tiempo pierdo la noción de la espera del subte, y miro el reloj de pulsera del flaco parado al lado mío: los números avanzan a una velocidad vertiginosa, inapelables, indiscretos, feroces como pensamientos. Por un instante le estoy por advertir que se olvidó el cronómetro andando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...