domingo, 24 de julio de 2011

Condición humana XLV

Vamos dejando pedazos nuestros, siempre, despedazándonos poco a poco. A veces los dejamos a propósito, intentamos que quede bien acomodado, visible, damos media vuelta y seguimos, sin estar seguros de si ese trocito quedó bien presentado. Otras veces no queremos, pero se nos cae algo y queda donde tiene que quedar, suele ser lo que más duele. La mayor de las veces perdemos pedacitos sin darnos cuenta, como un pelo enganchado en una rama de un bosque inmenso. (Y muchas veces ese pelito es mucho más importante que cualquier otra cosa para otras personas.) Algunas veces es esa otra persona la que nos lo arranca con sus uñas, de un mordisco, de un beso, de una mirada, la carne que nos es tan preciada, un hueso que ni sabíamos que existía.
Todos vamos dejando pedazos nuestros, siempre, y en noches solitarias, interiores, noches de altura, nos palpamos a nosotros mismos y volvemos a sentir el dolor de lo dejado atrás, nos preguntamos en qué andará (incluso a veces vamos a buscarlo), y nos preguntamos cómo es que, después de habernos descuartizado con todo lo que vivimos y recorrimos, seguimos existiendo, seguimos teniendo piernas para caminar, seguimos teniendo suficiente de nosotros como para dejar más pedazos sin siquiera enterarnos.


-No te vayas a dormir muy tarde -me sigue diciendo todas las noches, sabiendo que igual me voy a acostar tarde.
-Nono, quedate tranquila -respondo, sabiendo que no puedo ir a acostarme más temprano.

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