martes, 4 de diciembre de 2012

Plaza metafórica

La tarde se venía húmeda y ventosa, anunciando que venía una tormenta. De casualidad tomé el colectivo que da muchas vueltas; estaba de buen humor, podía distraerme viajando en vez de esperar el colectivo que va directo. En un momento del trayecto, tiene que darle la vuelta casi entera a una plaza de barrio. Es una plaza linda, pintada de colores, con árboles, flores, arbustos, bancos, los faroles ya encendidos, el cielo rosado que se oscurecía. Y me agarró en un momento de lucidez poética: en la primera cuadra que hizo junto a la plaza, había tres nenes jugando con un triciclo, y a unos metros un chico y una chica en un subibaja. Dobló en la esquina a la izquierda, encarando otra cara de la plaza, y vi sentado sobre el respaldo de un banco de cemento a un quinceañero que tocaba la guitarra cantaba con los ojos cerrados a dos chicas que, en el pasto, tomaban mate. Abajo de un ciprés, una pareja se asomaba al cochecito donde estaba su bebé. Dobló otra vez hacia la izquierda y en esta cuadra pude ver únicamente a una mujer mayor y desalineada que tomaba una cerveza mientras leía un diario a la luz de un farol, y más alejado a un viejito que parecía dormido aunque sostenía fuerte su bastón. El colectivo giró hacia la derecha, dándole la espalda a la plaza, y yo me puse de rodillas sobre el asiento para asegurarme de recordar bien cada detalle.

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